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martes, 8 de agosto de 2017

LA HORA SANTA DE MARISOL

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Quiero compartir contigo el testimonio escrito por el Padre Justo Lofeudo, Misionero de la Santísima Eucarístia.

Este es su relato:

Marisol era una adoradora del turno de los jueves de 13 a 14 horas, en la Capilla de la Adoración Perpetua de la iglesia de Santa Clara (“Las Claras”, como es conocida por todos), en Palencia.

El breve relato de lo ocurrido el pasado 16 de marzo es de una adoradora muy amiga de quien esto escribe.


Estando las dos solas (Marisol y esta amiga) en adoración delante del Santísimo, ante mi sorpresa Marisol se desplomó de un golpe. Era un infarto. La asistí (mi amiga es enfermera)…el pulso fue apagándose rápidamente y así quedó yacente frente al Señor. Ahora que todo pasó no puedo dejar de exclamar: ¡Qué felicidad para ella!”.

“En aquel momento yo decía: ‘Señor, nosotras no te vemos pero Tú sí, ¡ayúdanos!’. Marisol tenía 71 años, vivía sola y su preocupación era, cuando le llegase la muerte, el estar sola”

“…Al siguiente día de su fallecimiento la recordamos con una hora de adoración en las Claras. Quisimos que fuera a la misma hora de su cita con el Señor. Pese a ser la hora de la comida la iglesia estaba repleta”.

Aquel jueves 16 de marzo, el último con el Señor en su presencia eucarística, Marisol venía de la Misa y seguro que estaría bien preparada. Aún así pienso que si no hubiera habido la capilla de Adoración Perpetua ella no hubiera asistido a esa hora para contemplar a su Señor”. Lo vería por última vez bajo los velos de la Eucaristía. El Señor así lo había dispuesto, pienso que como señal a todos los adoradores. “Allí, el mejor jardinero, que es Jesús, vio a aquella flor en todo su esplendor y la llevó”.

El hermano de Marisol escribió un artículo In Memoriam, en “El Palentino”, donde recoge el testimonio de mi amiga diciendo que sin un suspiro, en silencio, a eso de las 13.30 h con calma expiró. Y lo hizo con dos testigos: el Señor en la custodia y la otra adoradora (mi amiga) que escuchó un golpe en el suelo. Concluía su carta así: “Pídele a tu mejor Amigo que no nos abandone. Y para ti, en este señalado día, felicidades sin fin”. José María

Dos otros casos he conocido de adoradores que dejaron su morada en la tierra, no en la capilla de adoración perpetua pero sí a la hora santa que tenían con el Señor. El que tenga oídos que oiga.

+P. Justo

[ 27-04-2017 ]

Esto puede animarnos a no desfallecer y seguir siendo fieles a nuestra hora.



¡Alabado sea Jesucristo!



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