Quiero compartir contigo el testimonio escrito por el Padre Justo Lofeudo, Misionero de la Santísima Eucarístia.
Este es su relato:
Marisol era una adoradora
del turno de los jueves de 13 a 14 horas, en la Capilla de la Adoración
Perpetua de la iglesia de Santa Clara (“Las Claras”, como es conocida por todos),
en Palencia.
El breve relato de
lo ocurrido el pasado 16 de marzo es de una adoradora muy amiga de quien esto
escribe.
“Estando las dos
solas (Marisol y esta amiga) en adoración delante del Santísimo, ante mi
sorpresa Marisol se desplomó de un golpe. Era un infarto. La asistí (mi amiga
es enfermera)…el pulso fue apagándose rápidamente y así quedó yacente frente
al Señor. Ahora que todo pasó no puedo dejar de exclamar: ¡Qué felicidad para
ella!”.
“En aquel momento
yo decía: ‘Señor, nosotras no te vemos pero Tú sí, ¡ayúdanos!’. Marisol tenía
71 años, vivía sola y su preocupación era, cuando le llegase la muerte, el
estar sola”
“…Al siguiente día
de su fallecimiento la recordamos con una hora de adoración en las Claras.
Quisimos que fuera a la misma hora de su cita con el Señor. Pese a ser la hora
de la comida la iglesia estaba repleta”.
“Aquel jueves 16 de
marzo, el último con el Señor en su presencia eucarística, Marisol venía de la
Misa y seguro que estaría bien preparada. Aún así pienso que si no hubiera
habido la capilla de Adoración Perpetua ella no hubiera asistido a esa hora
para contemplar a su Señor”. Lo vería por última vez bajo los velos de la
Eucaristía. El Señor así lo había dispuesto, pienso que como señal a todos los
adoradores. “Allí, el mejor jardinero, que es Jesús, vio a aquella flor en todo
su esplendor y la llevó”.
El hermano de
Marisol escribió un artículo In Memoriam, en “El Palentino”, donde recoge el
testimonio de mi amiga diciendo que sin un suspiro, en silencio, a eso de las
13.30 h con calma expiró. Y lo hizo con dos testigos: el Señor en la custodia y
la otra adoradora (mi amiga) que escuchó un golpe en el suelo. Concluía su
carta así: “Pídele a tu mejor Amigo que no nos abandone. Y para ti, en este
señalado día, felicidades sin fin”. José María
Dos otros casos he
conocido de adoradores que dejaron su morada en la tierra, no en la capilla de
adoración perpetua pero sí a la hora santa que tenían con el Señor. El que
tenga oídos que oiga.
+P. Justo
[ 27-04-2017 ]
Esto puede animarnos a no desfallecer y seguir siendo fieles a nuestra hora.
¡Alabado sea Jesucristo!
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